Jose Luis Rojo Vírseda


“La vida pide versos, 
igual que la vejez pide caricias”
(David Hernández)

Que “la vida pide versos” algunos lo supimos tarde, David. Por eso, cuando lo descubrimos, nos esforzamos en, pasito a pasito ir introduciendo “La poesía en la Escuela”. Por eso anduvimos “Regalando Poemas” para que a nuestros alumnos no les pasase lo que nos había ocurrido a nosotros.

Hoy, jubilados ya, buscamos caricias y afectos, e
n la familia, en los nietos muy especialmente, en los amigos…, y, también, en los versos. Porque el cariño además de ser el oxígeno de la escuela, lo es de la vida. Y más en la vejez.


Hay un país en el mundo (Fragmentos)
Para Nana y los maestros de “Futuro y Vivo”. Y para Inés y demás hermanas carmelitas artífices de este hermoso proyecto. Recordándolas con cariño.
Hay
un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol,
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteras
antiguas
o el día en los tejados.
Sencillamente
Frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.

Entonces
es lo que he declarado.
Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije
sencillamente triste y oprimido. …
No es eso solamente.
Faltan hombres
para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza.
Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho...
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y los hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y los hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos
desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.
Pedro Mir (Poeta Dominicano 1913-2000)


Un caballo blanco

Madre... no me riñas,
que ya nunca vuelvo a ser malo...
No me riñas, madre,
que ya no vuelvo a llenarme de barro.

Madre... no me riñas,
que ya no vuelvo a manchar mi vestido blanco.
Madre...
cógeme en tus brazos...
Acaríciame,
ponme en tu regazo...
Anda... madre mía,
que ya nunca vuelvo a ser malo.

Así... y arrúllame y cántame... y bésame...
Duérmeme... apriétame en tu pecho
con la dulce caricia de tus manos...
Anda... madre mía
que ya no vuelvo a llenarme de barro.
Madre...
¿Verdad que si ya no soy malo
me vas a comprar
un caballo blanco
y muy grande
como el de Santiago,
y con alas de pluma
un caballo
que corra y que vuele
y me lleve muy lejos... muy alto... muy alto...
donde nunca pueda
mancharme de barro
mi vestido nuevo
mi vestido blanco?...

¡Oh sí madre mía...
cómprame un caballo
grande
como el de Santiago
y con alas de pluma...
un caballo blanco
que corra y que vuele
y me lleve muy lejos... muy alto... muy alto...
que yo no quiero otra vez en la tierra volver a mancharme de barro!
León Felipe

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